en aquella larga noche,
en alerta,
a pesar del miedo, sin vacilación.
Ellos cogieron las primeras manos
rescatándolas a la vida,
cerraron los ojos de los muertos,
cubrieron con mantas el horror,
lavaron las heridas,
enjugaron aquel torrente de lágrimas.
Y dieron su pan, su paz y su voz,
ángeles desconocidos en mitad de la nada.
Mis paisanos de Angrois.